El Pais
Oct 12, 2004
Monjes de clausura en blanco y negro
LEONXO GARCIA
Residen durante un mes en uno de los sitios mas bellos y ricos de
Europa, pero con una vida de monje de clausura, centrada en el
ajedrez de forma intensa y obsesiva. Su mision es afinar las armas de
sus jefes para las proximas partidas. Son los analistas del ruso
Vladimir Kramnik, vigente campeon del mundo, y el hungaro Peter Leko,
aspirante a la corona y que domina por 5,5 a 4,5 puntos a falta de
cuatro partidas de su duelo al mejor de 14 con una bolsa de 750.000
euros.
El canton suizo de Ticino, fronterizo con Italia, es paradisiaco.
Kramnik y Leko ven un problema en ello. “El entorno es tan relajante
que puede distraernos y tranquilizarnos en exceso”, coinciden. Desde
el Centro Dannemann, sede del Campeonato del Mundo, se puede admirar
la quietud del lago Maggiore, asi como el imponente anillo de
montanas que lo circundan. El patrocinador del evento es una marca de
puros habanos que invierte en deporte, cultura y ecologia por motivos
fiscales y de imagen. En Brissago, mientras siguen las partidas a
traves de tableros electronicos y un circuito cerrado de television y
escuchan comentarios de grandes maestros por medio de auriculares,
los espectadores observan a una mujer brasilena elaborando puros a
mano, catan los vinos de la region y degustan los embutidos locales.
Todo ese placer es tabu para los rusos Peter Svidler y Yevgueni
Bareiev y para el espanol Miguel Illescas, los analistas de Kramnik,
asi como para sus colegas rivales, los armenios Arshak Petrosian,
suegro precisamente de Leko, y Vladimir Akopian y el frances de
origen kazajo Vladislav Tkachiev.
Aunque todos ellos merecen la confianza absoluta de sus jefes y ya no
se dan casos de analistas traidores que venden informacion al enemigo
como los que salpicaron de escandalos la rivalidad de los rusos Gari
Kasparov y Anatoli Karpov entre 1984 y 1990, las normas internas son
muy estrictas: concentracion absoluta y nada de hablar con los
periodistas sobre su trabajo. Solo Illescas aparecio muy fugazmente
en el Centro Dannemann durante la primera partida para saludar a los
conocidos. “Mucho me temo que volare de aqui a la Olimpiada de Calvia
la ceremonia inaugural de la cita mallorquina sera el proximo jueves
y las piezas empezaran a moverse el viernes para jugar con Espana sin
disfrutar nada de las bellezas de este lugar”, admitio el catalan,
quien ya ayudo a Kramnik a destronar a Kasparov en 2000 y a los
programadores de Deep Blue (IBM) a humillarle en 1996.
Pertrechados con potentes ordenadores, bases de datos que clasifican
perfectamente dos millones de partidas -jugadas desde el siglo XVI- y
programas que calculan cientos de miles de jugadas por segundo, los
analistas buscan incesantemente nuevas ideas para las aperturas y las
defensas (primeros movimientos), posibles mejoras de las partidas ya
jugadas y formas de sorprender al equipo contrario, ademas de poner
el hombro cuando su jefe necesita consuelo.
No hay horarios. Se trabaja siempre, incluso sin tablero ni
ordenador, porque los ajedrecistas de ese nivel no los necesitan para
reflexionar sobre una posicion determinada: la tienen fotografiada en
su cerebro y son capaces de encontrar una jugada genial mientras
comen, pasean o duermen.
Kramnik, de 29 anos, y Leko, de 25, supervisan ese trabajo, pero solo
se suman a el en la parte final para dar el visto bueno a los
hallazgos porque es imprescindible que duerman mas de ocho horas
diarias y tengan la mente fresca antes de las partidas.
Aun asi, el esfuerzo les pasa factura: por ejemplo, ambos fueron
incapaces de dormirse hasta las cinco de la manana tras el primer
envite, que gano Kramnik, porque las dos torres que Leko movio hasta
la extenuacion en su lucha por el empate siguieron bailando en sus
mentes durante toda la noche.
Estos ultimos dias, Kramnik rumia las causas de su derrota
provisional mientras nota el cansancio de cuerpo y mente. Como
estaran entonces los seis analistas que, incluido el periodo de
preparacion, llevan meses con las 32 piezas del tablero incrustadas
en sus neuronas. Son monjes en permanente jaque, que hablan poco y
crean mucho.