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El Genocidio Que Turquia Aun No Reconoce Ocurrio en 1915

EL GENOCIDIO QUE TURQUIA AUN NO RECONOCE OCURRIO EN 1915

Armenia evoca a su millón y medio de hijos asesinados por los turcos

Homenajes en Erevan, en el 90ø aniversario del primer holocausto del
siglo XX.

Clarin.com
Domingo | 24.04.2005

Marcelo Cantelmi. EREVAN. ENVIADO ESPECIAL
mcantelmi@clarin.com

Este es un viaje a lo hondo de una pesadilla. No se trata sólo de llegar
al Cáucaso o a un país en ese laberinto, Armenia, reducido hoy a apenas
un retazo de sus fronteras anteriores. Es un viaje a la historia de una
de las peores masacres de la aventura humana pero cubierta aún de
tinieblas y amenazada recurrentemente por el olvido.

Hará hoy 90 a±os, en la noche del 24 al 25 de abril de 1915, una primera
parte de 235 intelectuales armenios de Constantinopla era detenida,
deportada y asesinada por orden del gobierno de los Jóvenes Turcos. Fue
el primer asalto de una operación que no se detuvo hasta eliminar en los
a±os siguientes a la mitad de la población de esa minoría cristiana, más
de 1,5 millón de personas.

Este holocausto, el primero del siglo XX, fue efectuado sin mayores
ocultamientos, como lo indican el testimonio conmovedor del entonces
embajador de Estados Unidos, Henry Morgenthau, y hasta la prensa: “Lo
que se busca es el exterminio de los armenios”, tituló en 1915
L’Illustration. Pero está negado por Turquía y aún hay potencias que no
lo reconocen, entre ellas EE.UU. o Israel.

No fue el único genocidio marcado por la presión del olvido en la
historia de la humanidad. Hoy es Darfour y en 1994, Ruanda. Pero el
armenio fue el antecesor inmediato del holocausto judío. Incluso Hitler
vio en el silencio que rodeó a esa masacre un seguro de impunidad para
sus cámaras de gas.

Erevan es una ciudad peque±a, capital de un Estado que perteneció a la
Unión Soviética hasta la caída del comunismo en el umbral de la década
del 90, en cuya primera mitad Armenia también libró una guerra
sangrienta con la vecina Azerbaijan por el dominio del enclave de
Nagorno Karabaj.

La presencia soviética aún se respira aquí en signos en los muros,
alguna estatua que no ha sido derrumbada o el estilo de las
construcciones pétreas y grises. El ingreso al capitalismo mudó
profundamente al país también con sus calamidades. Armenia crece 8%
anual, pero tiene 20% de desocupados.

Para quien ha estado aquí veinte a±os atrás, en plena era soviética,
como este enviado, los cambios impactan. Parece Berlín después de la
reunificación alemana. Hay negocios modernos, la gente viste bien, el
celular es un boom y se ve multitud de automóviles europeos. Pero hay
pobreza y desempleo en medio de una arquitectura stalinista.

A pocos kilómetros del centro se alza un monumento que evoca el
holocausto. Más de un millón de personas, 50% de la población,
peregrinará hoy hacia allí. Este funeral es la proa de un movimiento
impulsado por la diáspora mundial ‘la mayoría en EE.UU., Francia y
Argentina’ para convertir el 90ø aniversario en un potente ariete para
que Turquía y los países que aún no lo han hecho admitan, más temprano
que tarde, aquella pesadilla.

En estos días el gobierno turco planteó crear comisiones de
historiadores para revisar lo ocurrido. Es un paso, pero los armenios lo
ven como un intento para dilatar el proceso. Dicen que Turquía está
atrapada en su desafío histórico para ingresar a la Unión Europea, cuyo
Parlamen to, en 1987, reconoció el holocausto. Francia, incluso, planteó
aún no en carácter de condición que Turquía admita esa historia como
peaje para la UE. Es una corriente que crece en el Viejo Continente y
complica a Turquía.

La masacre se produjo en plena I Guerra Mundial, que enfrentó al Imperio
Otomano, el Austro Húngaro y Alemania contra Rusia, Inglaterra y
Francia. Según los turcos, los armenios eran una quintacolumna rusa en
el frente otomano y de ahí la represión. Hoy, como en 1918, Turquía
admite que algo sucedió, nada preciso, pero que fue una situación de
guerra. Y hasta plantea que fue a la inversa y que los armenios fueron
los agresores. Pero la historia lo desmiente. En 1918, tras lo peor de
la masacre, cuando Armenia obtuvo su independencia (luego garantizada
por el tratado de Sevres), los turcos lanzaron una invasión y dejaron a
los armenios la doceava parte de su territorio, que incluso perdió su
símbolo: el monte Ararat.

Esa distorsión de la historia, de convertir en culpables a las víctimas,
el “algo habrán hecho”, tiene una base “negacionista” que es dramática
en sí misma. Honra al olvido, secuestra los recuerdos e impide un dato
de crecimiento elemental: el reconocimiento es un deber hacia las
víctimas para evitar que la memoria sea destruida y así darles voz a las
sombras silenciosas del pasado.

http://www.clarin.com/diario/2005/04/24/elmundo/i-03001.htm
Nahapetian Boris:
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