A la sombra del monte Ararat

EL PAÍSEspaña
15 sept. 2017



Antonio Elorza

15 SEP 2017 – 11:36 CEST

La República de Armenia es un país único en el mundo, dado que el lugar que simboliza su identidad nacional, el monte Ararat, se encuentra fuera de sus fronteras, en territorio turco, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Desde el monasterio armenio de Khor Virap, un mirador excepcional hacia la montaña en las tierras llanas de la cuenca del río Araxes, se impone majestuosa la silueta de sus dos cumbres, la mayor, de más de 5.000 metros. La vertiente norte resulta aún más bella. Allí se encuentra el complejo monástico de Ejmiatsin, fundado en el siglo IV y sede del jefe espiritual (catholicós) de la Iglesia armenia, portadora de una continuidad nacional profundamente sentida.

No lejos de Ejmiatsin se sitúa la capital de Armenia, Ereván, donde reside uno de los tres millones de habitantes del país. Opulencia envuelta en penuria. Es una ciudad de buenos hoteles y grandes avenidas, con una mezcla de arquitectura soviética y neotradicional armenia en el centro. En sus numerosos restaurantes se sirve una comida copiosa cuya base es el cordero y un imaginativo empleo de las hierbas aromáticas. El vino es bueno y destacan también el coñac y los aguardientes, y varios tipos de vod­ka de frutas, de elaboración familiar y con entre 50 y 60 grados de alcohol.

El monasterio de Goshavank tiene tres iglesias y una 'khachkar', quizá la ruz más bella de Armenia

Además del valor simbólico del monumento que recuerda el genocidio armenio de 1915, una atracción inesperada de Ereván son sus museos, por ejemplo, el Nacional y el de Arte, reunidos en el mismo edificio. Además está el Matenadarán —o instituto de investigaciones sobre documentos antiguos—, donde se exhibe una parte de los miles de biblias y manuscritos ilustrados que desde el siglo IX recogen la maravillosa riqueza expresiva de la imagen sagrada en la antigua Armenia. Su contrapunto es el singular museo dedicado al artista y cineasta Serguéi Paradzhánov. En el museo de pintura no faltan piezas maestras, con presencia de nombres como Fragonard, Van Dyck, Tintoretto y Repin, amén de un retrato frontal de Lenin perplejo. Su autor fue el simbolista Petrov-Vodkin, hoy revalorizado. Y el Museo Nacional dedica una sala a la cruz de piedra o khachkar, singular componente del arte religioso armenio.

En los recorridos por la geografía armenia, entre montañas de 3.000 metros convertidas durante el invierno en una manta interminable de nieve, los monasterios conservan las formas adquiridas a lo largo de la Edad Media, con su arquitectura característica de nártex (gavit, el atrio de las iglesias armenias), planta cuadrada y cúpula con pináculo que evoca la búsqueda del cielo. Siempre están acompañados por las khachkar, un tipo de cruces que, como las etíopes, están decoradas con elementos florales o figuras de pájaros, fundiendo el núcleo de la fe con la eclosión de la naturaleza. Nunca una cruz es igual a otra, y pueden encontrarse en distintos escenarios: aisladas o al lado de monasterios, iglesias o cementerios. Son la mediación esencial entre el creyente y lo sagrado.

Sobre ese fondo común, y dada la reducida extensión del país, resulta posible trazar un haz de rayos desde la capital. Cerca, y con el aliciente de un templo romano en Garni, el monasterio de Geghard, construido a partir del siglo XII, ofrece la estructura más compleja: combina la edificación exenta con la excavada en la roca.

ampliar foto
Península en el lago Seván, en Armenia. Tigran Hayrapetyan Getty

Hacia el oeste se encuentra la garganta del río Kasagh, que también reúne hermosas iglesias. En particular, la de Honnavank y la de los Salmos, sobre el cañón fluvial. Cerca de ellas, la de San Jorge, que era lugar de peregrinación conjunta de cristianos y musulmanes antes del éxodo azerí. Esta zona es el anticipo del encuentro con el Seván, gran lago de montaña que a pesar de la desecación parcial sufrida con pérdida de 20 metros de profundidad, conserva casi 1.000 kilómetros cuadrados de superficie. Hasta abril ofrece un paisaje deslumbrante, con una cordillera al este que conserva durante un largo tiempo la nieve. Durante el invierno la cadena montañosa enmarca la superficie helada. Aquí tampoco falta un monasterio, erguido antaño sobre una isla que hoy corresponde a una diminuta península. Durante el verano acuden a sus orillas muchos iraníes que pretenden escapar de las restricciones de vestido y bebida. Huida festiva que también efectúan durante su Año Nuevo.

ampliar foto
javier belloso

Un túnel al norte del lago lleva a la llamada Suiza armenia, un lugar tradicional de vacaciones para los rusos. Su punto estelar es el monasterio de Goshavank, con sus tres iglesias y una khach­kar en filigrana, quizá la cruz de piedra más bella de Armenia. Eran monasterios y centros de civilización. Sus portadas, en que las vírgenes exhibían rasgos mongoloides, y que se presentaban envueltas en adornos, han sido trasladadas al Museo de Ereván.

Hacia el sureste, en el largo camino hacia Nagorno Karabaj y Azerbaiyán, se alza el espléndido monasterio de Noravank, en un marco de montañas rojizas, con un buen restaurante y cercano a la región vinícola de Areni. Al fondo del recorrido llegamos al monasterio de Tatev, del siglo X, al que se puede acceder a través de un teleférico. El complejo amurallado se encuentra en un impresionante entorno de montañas. Según la leyenda, hicieron falta alas para poder construirlo.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense.