Anotaciones al margen de un viaje
En un `rincón argentino’ de Ereván
Sardarabad (Buenos Aires)
19.01.2005
Vartán Matiossián (Nueva Jersey (EE.UU.), agosto de 2004)
Ereván en julio sigue manteniendo los rasgos más típicos del sofocante
calor (40 grados a la sombra) durante el día y la salvadora `brisa del
Iluminador’ por la noche que convierte los cafés al aire libre en una
etapa obligada, donde hasta las 2 o 3 de la mañana, si no más, uno se
siente transportado a la Recoleta, sea con café o cerveza, jugo de
frutillas o champaña… Todo el centro de Ereván es la zona del
encuentro, como en París `au soleil, sous la pluie,/ à midi ou à
minuit,/ il y a tous qui vous voulez/ au Champs Elysées’, canta con
contagioso optimismo el desaparecido Joe Dassin desde el enésimo CD
`made in Russia’ que compro en Ereván.
Pero cuando se vive a diez minutos del centro y se tiene la oportunidad
de recorrer las distintas barriadas, aún las periféricas, no hace falta
ser demasiado perspicaz para advertir que debajo de las renovaciones,
los autos caros y los negocios de lujo del centro hay `otro país’ en el
que vive sumergida la gran mayoría de la población. Es el país donde la
gente vive apenas con lo justo, a menudo dependiente de las remesas de
divisas del exterior, y donde la ostentación casi obscena de los pocos
–casi siempre de dudoso origen– estalla como una bofetada en el rostro
de los muchos que hoy por hoy sólo pueden intentar o soñar, al decir del
poema de Mario Benedetti, con que `en mi país/ la gente viva feliz/
aunque no tenga permiso’…
Una vez más, todo se reduce a la sempiterna imagen del vaso de agua.
¿Está a medio llenar o a medio vaciar? El optimista exclamará sin
vueltas `A medio llenar’; el pesimista insistirá, igual de tajante, en
lo contrario. Sin dejarnos llevar por la retórica hoy insulsa de los
intereses partidarios o ideológicos, los realistas diremos que el vaso
se está llenando lentamente, pero que la calidad del vidrio deja mucho
que desear y se está filtrando agua por las paredes del vaso… ¿Más o
menos de la que se llena? Dejo al lector el deseo o la obligación de
formular una respuesta categórica.
Estoy en esa ciudad de las sorpresas permanentes y de los signos
contrapuestos. Es mi séptima visita desde el ahora lejano 1989 y las
comparaciones con el pasado (otoño de 1992) vienen a la mente aún sin
que uno se lo proponga. Ereván sin agua, sin luz, sin nafta, sin gas,
sin tránsito, sin pan, sin… Y hoy, exactamente al revés.
No ha cambiado tanto desde 2002 y tampoco he iniciado estas líneas con
el objeto de volver a escribir notas de viaje. El `sueño de una noche de
verano’ del que hablaba en aquel entonces (`Sardarabad’, 11 de diciembre
de 2002-8 de enero de 2003) está plenamente vigente con todas sus luces
y sus sombras. Hasta nuestro Patrick Tateosián, casi dos años después de
su prematuro alejamiento, sigue firme allí, en los lugares que hemos
recorrido y en la memoria de tantos que lo conocieron o lo escucharon
nombrar.
Entre mis jornadas de trabajo en la Academia de Ciencias, el Museo de
Literatura y Arte, los Archivos Nacionales, la Biblioteca Nacional, el
Museo del Genocidio o la Sociedad de Escritores, se suman visitas a
lugares a los que no había ido. Uno es el museo de Serguei Parajanov,
que conserva con tanto deleite la memoria de un cineasta y artista
idiosincrático, de tanta originalidad como el `Gato Negro’ de Fernando
Botero valuado en un millón de dólares, emplazado al pie de Cascat,
donde pronto se erigirá el museo de arte contemporáneo occidental de la
Fundación Cafesjián, que, sin dudas, será un curioso contrapunto a todo
lo tradicional que alberga Ereván.
Y en el circuito tradicional, descubro, después de tantas visitas en las
que pasara por sus cercanías sin saberlo, el museo de Aram Jachaturián.
Y lo descubro porque el 13 de julio me han invitado a hablar en la
presentación de `Los armenios en el cine mundial’, una meticulosa
investigación realizada durante quince años por su autor, el Dr. Artsví
Bakhchinyán (nacido en 1971), filólogo y crítico de cine, con casi 700
páginas de excelente impresión y 100 ilustraciones. Es su séptimo libro,
después de su `Figuras de origen armenio’ (1993 y 2002), `Napoleón y los
armenios’ (2003), `Armenia y Escandinavia’ (2003), etc. Aquí figuran
desde Atom Egoyán y Henri Verneuil hasta las estrellas armenias en los
teleteatros brasileños y desde Roubén Mamoulián hasta las actrices de
origen armenio en el cine porno de los Estados Unidos.
La sala principal del museo, con capacidad para 120 personas, está
abarrotada de público, incluyendo varios de los directores, actores y
personalidades citados en el texto, provenientes de Francia, Canadá,
Bélgica, Estados Unidos, etc. Se halla presente la pintora Elizabeth
Davidián-Romhild, nacida en Irán y residente en Tailandia, quien ha
llegado a Armenia con su esposo para una visita de 4 días, con el objeto
de estar presente; el libro ha sido publicado con sus auspicios.
Periodistas de una multitud de canales de TV y un ambiente de cierta
informalidad que cuadra con la personalidad del autor. Eso sí, un
público demasiado hablador que no cesará de cuchichear, ni aún durante
las breves exposiciones de los oradores.
Llego temprano y recorro brevemente el museo. No es menor mi placer al
advertir de inmediato que hablaré delante del piano `Pleyel’ que el
maestro Jachaturián tocara en 1957 en la casa de la familia Arzoumanián
y que recientemente fuera donado por la Fundación `Boghós Arzoumanián’.
Una completa explicación, textos y fotos alusivas, y la foto de los
benefactores Armén Mezadourián y Siranush Arzoumanián de Mezadourián
completan el panorama. El mundo es un pañuelo, y hacer una aparición
pública en Ereván en este `rincón argentino’ trae reminiscencias de
tiempos no tan remotos.
Los dos oradores son la Dra. Knarik Avagyán, investigadora de la
Academia de Ciencias y especialista en la comunidad armenia de los
Estados Unidos, y quien esto escribe, a quien, además de su interés
académico en los armenios de Latinoamérica, une una vieja amistad con el
autor. También hacen uso de la palabra el Dr. Henrik Bakhchinyán,
director del Museo de Literatura y Arte, cuyo sello editorial ha
publicado el libro, y el Dr. Bakhtiar Hovagimyán, jefe de la sección de
teatro del museo. El análisis, el agradecimiento, el comentario y los
recuerdos, después de la palabra del autor, se cierran con un
refrescante concierto del coro de cámara `Hover’, bajo la dirección de
Sona Hovhannisián, que con cinco canciones va de Bach a los Beatles para
concluir con una memorable versión de los `Canciones danza’ del padre
Gomidás, que no se puede describir a quien no estuvo allí. Si ustedes
recuerdan al coro masculino que forma parte de la banda de sonido de
`Ararat’, de Atom Egoyán, entonces tienen una pauta de cómo suena parte
de `Hover’. Para el conjunto, me permito recomendarles sus dos discos
compactos editados en los Estados Unidos en 2002 y 2003
().
Y cada vez que me encuentro con los intelectuales de mi generación, como
ese día y todos los días, no puedo dejar de pensar en que somos nosotros
los que allá y acá y en todas partes tenemos la posibilidad de cambiar y
de cambiarnos, de hacer y de hacernos en el proceso. Somos los hijos de
un tiempo de incertidumbres, pero también de la fe en que hay un futuro
posible.
Este julio es otra vez una experiencia renovadora, plena de sol y
libros, música y teatro, encuentros esperados e inesperados, noches de
diversión y conversación.
Para quien no ha perdido su poder de observación en medio de este baño
de sensaciones y contradicciones, esto no es suficiente para disipar las
inquietudes por el presente, pero habrá que seguir confiando, como me
enseñaran hace quince años en una Armenia tan alejada y tan próxima de
ésta, en que “Verje lav gelini” (`todo estará bien al final’)
©©©
Epígrafes:
— El piano que Aram Jachaturián tocara en la Argentina, donado por la
Fundación `Boghós Arzoumanián’
— Vartán Matiossián habla durante la presentación del libro `Armenios
en el cine mundial’. A la derecha, su autor, el Dr. Artsví Bakhchinyán.
— Un grupo de integrantes del coro de cámara `Hover.’
www.hoverchoir.com